Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu
playa, y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y
penas. Yo, que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno, que han
vertido en ti cien pueblos, de Algeciras a Estambul, para que pintes de azul
sus largas noches de invierno. A fuerza de desventuras, tu alma es profunda y
oscura. A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al
camino. Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de
marinero. ¿Qué le voy a hacer, si yo nací en el
Mediterráneo?
Y te acercas y te vas después de besar mi aldea. Jugando con
la marea te vas, pensando en volver. Eres como una mujer perfumadita de brea,
que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme. Ay... Si un día para mi
mal viene a buscarme la parca, empujad al mar mi barca con un levante otoñal y
dejad que el temporal desguace sus alas blancas. Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo. En la ladera de un monte más alto que el horizonte,
quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino, le daré verde
a los pinos y amarillo a la genista... Cerca del mar, porque yo nací en el
Mediterráneo.
'Mediterráneo',
de Joan Manuel Serrat
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